A mis compadres

 

Un amigo querido me ha vuelto a decir “desde allá es muy fácil criticar”, con respecto a mi último post sobre las responsabilidades de la Asamblea Nacional y el final del show que montó la “fiscala” del régimen.

Y les cuento.

Por estos lares nos enfrentamos a la constante indiferencia del régimen, que ha hecho del olvido una política de Estado, donde los venezolanos de la Diáspora no existimos. No existen los jubilados, que ya van para DOS años sin cobrar sus pensiones. No existimos ninguno, cuando no nos emiten un pasaporte, pero sí que lo cobran para su presunta expedición.

No existimos cuando nuestros hijos, los hijos de la Diáspora, no tienen Cédula de Identidad, y el sistema los rechaza, condenándolos a la ilegalidad de su permanencia como extranjeros en cualquier país del mundo.

Y, una de las cosas que más duelen, es que cuando uno le pregunta a uno de esos hijos de la Diáspora por el país que vio nacer a sus padres, pues la callada por respuesta es lo mínimo... Cuando no el rechazo puro y duro, no me interesa.

En definitiva, no existimos cuando, pese a haber emigrado, el estado venezolano aún atenaza los cuellos de la Diáspora, bien desde la amenaza de la confiscación total de las propiedades dejadas en Venezuela, o al miedo que surgió con el tweet del SAREN de “suspendemos el servicio de apostillas…”

Y lo que es peor aún, los jefes de aquel campamento minero aprietan el cuello a sus funcionarios en el exterior, dejando de pagarles, pero exigiéndoles que sigan sirviendo a la revolución.

El dardo del pana me dolió un montón.

Pero desde que llegué a España, mi postura siempre ha estado clara: mi labor se dirige a los paisanos de la Diáspora, no a los que se quedaron en la tierra que me vio nacer y crecer.

Para los que se han quedado en Venezuela, ustedes deciden allá: la labor conjunta de resistencia debió haber comenzado con el paquetazo del innombrable, arda por siempre en la quinta paila. Pero no, pudo más el vil egoísmo, cénit supremo alcanzado la noche del 11ABR2002, y la increíble serie de torpezas que terminaron con las guarimbas del 2004, cuya extinción ordenó la CD. Y el inexplicable abandono de los mártires del Catorce, muchos de ellos con pasantías por los infames calabozos del SEBIN.

 

Así, cierto es que los de aquí no tragamos gas, pero sí que nos enfrentamos a los políticos españoles intentando explicarles qué cipotes es lo que ocurre en Venezuela, porque no entienden como con un Legislativo electo por el sufragio popular no ha logrado controlar un ejecutivo desmandado. Por supuesto que los esquemas constitucionales son diferentes, pero hay que estar por la labor de explicarles todo el tiempo lo que ocurre en ese sistema presidencialista paranoico narcisista, autocrático al fin, dictadura con todas sus letras. Y lo del régimen va por descontado, por supuesto.

Pero es que cuando nos preguntan sobre lo que los políticos de la oposición democrática venezolana están haciendo por nosotros, cunde la confusión, las miradas al vacío. No sabe, no contesta, el famoso NS/NC de las encuestas.

Porque la respuesta es una. Cierta. Ustedes se fueron. Búsquense la vida.

Y los partidos políticos venezolanos han buscado organizar sus cuadros en el exterior. Pero es que el cordón umbilical está roto.

Porque la oposición no nos habla. Quiere nuestro apoyo, pero no nos apoya. Y, no ceso de decirlo, por un tema de respeto, háblenles a los pensionados y jubilados, que su caso clama al cielo. Que los que aún no hemos llegado a ese recodo, trabajamos todos los días, de sol a sol.

Porque solo en Canarias somos más de CUARENTA MIL venezolanos, entre doblenacionales, residentes legales e irregulares. Y si multiplicamos por diez, pues más o menos esos estamos en España. Y todos nos estamos buscando la vida. Igual que los millones de la Diáspora.

A nosotros tienen que hablarnos. Tienen que decirnos que nuestros hijos, formados en las lides de la emigración y las universidades de la vida, van a poder regresar, y ocupar su espacio, el que por pleno derecho les corresponde.

 

Para cerrar, no, no es fácil criticar. Los venezolanos de la Diáspora decidimos abandonar nuestra zona de confort, y afrontar nuevos proyectos de vida, llevando nuestro gentilicio a todo el globo.

Dejamos atrás familias, carreras, prestigios profesionales, para llegar a tierras donde, la mayoría de las veces, el gran sueño se nos escamotea en un mar de preocupaciones, hundidos en los trabajos que solo los emigrantes estamos dispuestos a llevar a cabo, solo para que nuestros hijos crezcan en Libertad.

Como ya crecen.

 

Y sí, como caraqueño irredento, de siete estrellas, sí que critico. Y voy a seguir haciéndolo, mientras la paráfrasis de Gallegos siga hablando del eterno campamento minero y el espíritu de Marcos Vargas. Que el sentimiento y la expresión no son gratis.

¿A qué vamos a jugar? ¿A las aguas perdidas sobre la vasta tierra inculta?

¿O desaparecerá del Arauca el nombre de El Miedo, y volverá todo a ser Altamira?