Esta es la historia real de un inmigrante venezolano en condición ilegal. Por ello, tanto su nombre como las ubicaciones han sido alteradas. Como periodista, me reservo el debido derecho profesional al secreto de la fuente. Frank Calviño

Parafraseando a la abogada y profesora estadounidense Amy Chua: ¿Sabe usted lo que es un acento extranjero? Es una medalla al valor. Y las calles de Madrid están plagadas de valientes. Valientes que cada día suenan más “chévere” y son más “panas”, pues la inmigración Venezolana no para de inundar la capital ibérica. El éxodo que se está produciendo en Venezuela es de proporciones bíblicas. En los últimos dos años, dicen los amigos de El País, aumentó un 154%. Una vergüenza. En este momento, estamos “exportando” a España un promedio de 20.000 valientes cada año. “O” es uno de ellos.

Le llamaremos así porque está ilegal. No posee documentos migratorios en regla para vivir en España. Como tantos miles más. Su historia es un manual de cómo no emigrar y a la vez, un relato de coraje, valentía y tenacidad.

“O”es un profesional universitario, trabajó en empresas reconocidas en Venezuela y los que le trataron en aquellos años - que ahora parecen tan lejanos - le admiran por su oficio, por su carisma y por su talento. Aquí no ejerce su profesión. Aquí reparte volantes de discotecas y restaurantes a las tantas de la madrugada bajo un frío gélido de -2 grados, en el solitario invierno Madrileño. Por ahora...

 

Plan B, C, D... y plan “O”

La historia de “O” es la de un hombre que ha demostrado tener más bolas que precaución. Un hombre que, para colmo de males, tiene un buen corazón que raya por momentos en la solidaridad suicida. Entre otras estupideces nacidas de la bondad, “O”ayudó al ya mítico Frank Serpa y también a otro venezolano que asegura tener problemas médicos. Lo hizo estando el propio “O”en el umbral cercano a la indigencia “Uno ve a un chamo, un pana venezolano, jodido y enfermo y uno ayuda. Tienes que ayudar. ¿No lo harías tú Frank?... osea es lógico ¿No?” afirma “O” aún convencido. Un ciego guiando a otro ciego.

Su relato comienza con la contratación de un curso desde Caracas. Un master en su profesión dictado por una academia aquí en Madrid. La idea era venir, estudiar y luego quedarse. “O” no miente. El master era una excusa para escapar al infierno “bolivariano”. Ni es el primero que lo hace, ni será el último.

El primer error que “O” cometió fue venirse sin fondos, o mejor dicho, venirse contando con sus bolívares. Contando con CENCOEX. “O” apostó a que le iban a dar las divisas, los euros, teniendo como plan de emergencia la venta de todos sus bienes en Venezuela (carros, motos, objetos personales) en caso de que fallara CENCOEX o en caso de que la necesidad apretara.

A meses de haber comenzado el curso, “O” se encontró sin el dinero de CENCOEX y sin el dinero de sus propiedades vendidas en Venezuela. No le pagaban lo de Venezuela y lo que le pagaban no se lo transferían o no encontraba cómo traerlo a España. Estaba corto de 3.000 euros que requería para cancelar sus estudios. Pero “O” no se vino solo.  

En la aventura de emigrar “O” se vino con su pareja. Ella fue más precavida. Trajo sus documentos en orden y además recursos proporcionados por su familia para sus estudios. Recursos paridos del esfuerzo y que, en efecto, batalló por administrar con cuentagotas. La chica tiene muy buena cabeza y mejor corazón. Ante la penuria ella, como era lógico, le ayudó. En este periplo “O”se vió atrapado por dos deudas: la contraída con la academia y la contraída con su pareja “Yo solamente pensaba en cómo carajos le iba a pagar. No dormía viejo. No podía fallarle y te juro, te lo juro, que busqué por todos lados. Ese fue el momento en que empecé a llamar a todo el mundo buscando trabajo o ayuda ¿Te acuerdas Frank?” comenta “O” con la mirada “de las cien millas” propia de alguien que quisiera cambiar el pasado.

Pero ni la ayuda ni el trabajo llegaron.

 






“Me declaro en artículo 11”

La precariedad aumentó exponencialmente para “O”. Adelgazó notablemente. Pronto no solo no podía pagar el curso, tampoco podía pagar la habitación en la que estaba, ni la comida. Los trabajos no llegaban y se encontraba en la difícil decisión táctica de seguir estudiando, o abandonar el master para buscar trabajo “de lo que fuera” y poder honrar las deudas y sobrevivir.

Para la academia la situación de “O” era “Irrelevante viejo, completamente irrelevante. Ellos querían sus reales, lógico. Y bueno hicieron una vaina que no me parece ni me parecerá jamás” explica con frustración. La “vaina” en cuestión fue la usurpación de un capital que estaba destinado a la manutención de su pareja: 1500 euros que la familia de ella le había mandado con todo el sacrificio del mundo.  

Este dinero fue enviado, por falta de opciones y por poco atino político, a través del hombre que les gestionó el curso en la academia. Pensaban que era de confianza. Se equivocaron. El hombre en cuestión en lugar de entregarle el dinero a su correcto destinatario, lo entregó a la institución educativa como parte del pago vencido de “O”. A fin de cuentas él había traído a ese cliente insolvente y le interesaba salir del problema de cara a la academia. Para la escuela madrileña y para este hombre que es su promotor en Caracas, “O” y su chica eran una sola cuenta, una estadística de morosidad compartida. Una única deuda.

Así la pareja se quedó sin la última esperanza: el dinero de rescate. Por supuesto los chicos fueron a protestar, pero la academia aseguró que ellos habían “cobrado legalmente”. En efecto “O” reconoce que si había una deuda “Yo nunca se los negué. Claro que había una deuda. Pero ese dinero no era para ellos. Nos dejaron en el aire”.

Los días posteriores fueron duros. Durísimos. La relación se deterioró. La familia de la chica tenía malestar con “O”. Cómo es lógico. Vivían a cuentagotas con el dinero que ella aún preservaba y el poco que podían producir a cuenta de vender cosas.

Acosado por la pobreza “O”  y su chica se vieron retrasados en los pagos de la habitación que tenían alquilada. Les tocó abandonar el único techo que conocían. La chica de “O”  consiguió ayuda de una amiga de la familia, que le brindó cobijo por la amistad que mantenía con los padres de ella. Pero puso una norma grabada en piedra “Te vienes sola, sin el chamo. Eso le dijeron. Esa era la condición. Yo le dije que se fuera. Se lo dije y lo volvería a hacer. Así por lo menos ella estaba bajo un techo. Yo me busco la vida” explica “O”. La pareja se separó poco después. Es imposible no notar que aun la ama con locura.  

Mientras intentaba hacer contactos “O” conoció a otros venezolanos, regentaban un bar en Gran Vía y trató de que le contrataran allí el día de la inauguración. No funcionó, pero no se rindió. Consiguió trabajo como comercial repartiendo volantes gracias a la comunidad criolla de Madrid. A la vez fue llevando gente al bar de sus paisanos. La gente llegaba de la mano de “O”  para sentarse en las mesas. Los dueños del bar, uno en particular, sintió admiración y se sorprendió con el trabajo del chico. Le dieron una oportunidad como relaciones públicas. Un cargo creado para darle un chance a un compatriota. “O” comenzó a repartir volantes del bar y siguió llevando clientes, clientes que pescaba en plena calle y que amansaba hasta convencerlos de entrar en el local. Los dueños entonces le dieron la oportunidad de trabajar de camarero. Pero no había contrato. No podía haberlo.

A la par que “O”  luchaba por conseguir trabajo, había tenido que abandonar los estudios. Era lo uno o lo otro. Sin pagar y sin ir a la academia, la institución emitió una notificación de que “O”  no había cumplido con el curso. Y se la pasó a extranjería de España. En ese momento la visa de estudiante de “O”  fue anulada. La clandestinidad le llegó de golpe. Ahora “O”  se enfrentaba a una deportación en cualquier momento si era detenido. Aún vive así.

Por esas fechas “O” también le mintió a su, para entonces, ex pareja. Ella necesitaba dinero, así que buscó vender un teléfono. “O” le dijo que le había conseguido un comprador. Era mentira. “O” se quedó con el teléfono y le dió a ella el dinero que pedía, sacado de los contados billetes que había conseguido haciendo trabajos esporádicos en el bar y en las calles. Este gesto de amor “O” asegura que ella aún no lo sabe. Se enterará de esto por este artículo.

Sin visa no había posibilidad de un contrato. Sin contrato la estabilidad laboral depende de la voluntad y/o buena fortuna del empleador para con el empleado. “O”, para variar, no tuvo fortuna. Lo despidieron porque el bar iba “Palo abajo. Eso no levanta cabeza. Hay mucho caos, mucho desorden allí. Yo traté de ayudar, de pana, porque me la jugaba. Pero pensaban que era por joder que les decía las cosas. Nada más lejos chamo. Yo quería con todo el corazón que ese bar funcionara. Para mí era vital” explica reflexionando sobre lo que pudo y no fue.

 

En un parque a la intemperie

Sin recursos y sin hogar “O” llegó a un punto en el que, sencillamente, no tenía donde dormir. El día que andaba con su maleta por las calles, sin rumbo y sin refugio, era un 4 de marzo. Esa noche, sentado en un banco de un parque, se acomodó y reflexionó sobre todo lo que había hecho en su vida. Rezó como lo haríamos todos y asumió, con un coraje que pocos tienen, que dormiría a la intemperie. La primera de muchas noches, pensaba. Para “O” volver a Venezuela no era una opción. Esto tenía que funcionar. Y el resistiría lo que fuera para que funcionara. Mientras esperaba la caída de la noche llegó una llamada inesperada. Una mujer le ofrecía una habitación. Fue el mejor regalo. Ese 4 de marzo era su cumpleaños.


Actualmente, “O” se ha estabilizado un poco. Ha recuperado peso. Está trabajando de manera continua aunque sin contrato. Sigue ilegal. Pero está resistiendo. Resistiendo sin caer no importa cuantos golpes le da la vida. Al verlo, uno no puede evitar compararlo con Rocky en esa primera y mítica película. Acoñaceado, agotado, momentáneamente derrotado, pero aún de pie. Con la cabeza en alto, con la dignidad intacta. Listo para el siguiente asalto. “O” desprende el aura de la determinación absoluta. El brillo de los campeones. La voluntad ciega del que eventualmente vencerá. Ese día, con mucho placer, diremos su nombre.

N.E.: El relato es válido. Me consta. Pero hacerlo con niños, es una locura.