Hoy me sublevo, una vez más, contra el olvido cruel y la negligencia criminal del régimen que asola a Venezuela, otrora Tierra de Gracia.

Y me duelen los casos que veo todos los días, dolor que, en oportunidades, me supera.

Entre muchos otros, la inopia que sufren los pensionados, que no ven ni un céntimo desde enero de este año, después de haber cotizado más vidas juntas que las que podemos contar. Sometidos a la vergonzante caridad pública. A la diaria humillación de contar las moneditas restantes a ver si alcanza para una barra de pan.

Entre muchos otros, los niños venezolanos, apátridas en el exterior, condenados a ser ilegales perennes, por el capricho del hijo de su madre que puso en el sistema del SAIME que para poder sacar el pasaporte había que tener cédula. Que no pueden obtener la autorización de residencia o la nacionalidad que por derecho les corresponde, al tener el pasaporte caducado.

Entre muchos otros, el desespero de los paisanos por huir de su propio país, a toda costa, y dejándose la piel en ello. Pero no sin antes pasar por el vergonzoso peaje del fulanito de tal que les falsifica unas credenciales del Partido. O el del que te fabrica una batería de denuncias y de sentencias de tribunales. O de la maraña que se les ocurra para poder pedir asilo.

 

Y para cerrar el día con broche de oro, el drama de los niños que mueren todos los días, sin medicinas que los curen. Casos absurdos, angelitos hoy por un miligramo de un lo que sea que hubiera costado un euro en la farmacia. O pésimamente diagnosticados o peor medicados, bajo la orden del médico comunitario, comisario político sin alma, pero sí con bolsillo.

 

Desde esta esquinita del mundo, sigo haciendo lo que puedo. Y un poquito más todos los días. Ustedes son mi tribuna, y el efecto multiplicador de este mensaje, con su like en mi fanpage www.facebook.com/CarreroAbogados, o en mi web www.carreroabogados.es.

 

Adelante. Que para eso estamos. Así sea guapeando. Que quizás algún día nos reunamos algunos compañeros hispanovenezolanos, abogados de los dos lados del charco, y diseñemos una estrategia para escribir, denunciar y demandar lo que por tanto tiempo nos ha sido negado.

Dignidad. Seguridad. Vida.

E ir a la Audiencia Nacional, sin ese magistrado que no quería admitir a trámite las denuncias contra el régimen, porque las dictaduras rojo rojitas sí que son bonitas, como feas son las de derecha.

Y explorar la posibilidad de acudir al Tribunal Penal Internacional, al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Ya se verá. Pero tranquilo no me voy a quedar.